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LUGAR DE LA EDIFICACIÓN DE MÉXICO-TENOCHTITLAN. CÓDICE DURÁN

sábado, 27 de marzo de 2021

El regreso de Quetzalcoatl

 

    A principios de 1.519 Motecuhzoma había cumplido con casi todos los objetivos que se había propuesto. Había sujetado a los nobles, concediéndoles a cambio prebendas en la administración pública, desplazando a los plebeyos; impidió la excesiva prominencia de los ricos pochteca; consiguió en su mayor parte la consolidación territorial de los extensos dominios de la Triple Alianza; finalmente, había logrado reducir el poder de sus dos aliados de la Confederación. Se estaba comportando como un autócrata, pudiéndose aventurar que pretendía la supremacía absoluta de Tenochtitlan y el dominio de todos los territorios de la Alianza.

    En este estado de cosas, se habían producido tres acontecimientos importantes para el futuro de los mexica y de los otros pueblos de Mesoamérica.

    El primero tuvo lugar en 1.517, cuando tres navíos recalaron en la península de Yucatán, la costearon hacia el oeste y fueron combatidos en Campeche y Champotón, retirándose hacia La Florida. Se trataba de la expedición al mando del español Francisco Hernández de Córdoba, que había partido de la isla de Cuba el día 8 de febrero del mismo año con el propósito de descubrir y hacer esclavos. Conociendo que los comerciantes mexica negociaban por toda la costa del Golfo no es de dudar que Motecuhzoma fuese informado de los acontecimientos, como así lo hace constar Bernal Díaz del Castillo.

    El segundo fue la expedición de Juan de Grijalva, que partió también de Cuba el día 1 de mayo de 1.518 al mando de cuatro navíos. En este caso el grupo, antes de regresar a Cuba, además de circunnavegar parte de la península de Yucatán, costeó el litoral del Golfo desembarcando en diversos lugares. Uno de ellos fue en la desembocadura del río Banderas -actualmente el río Jamapa- al sur de la actual Veracruz, donde trabaron contacto con los naturales. También en esta ocasión estuvo informado el Huei tlahtoani. Respecto a ello cuenta Bernal Díaz del Castillo:

[...] y había en ella un gran señor que era rey en estas partes de muchas provincias y señoreaba todas aquellas tierras de la Nueva España,  que son mayores que dos veces nuestra Castilla. El cualseñor se decía Montezuma, y como era tan poderoso, quería saber y señorear hasta más de lo que no podía. Y tuvo noticia, de la primera vez que venimos con Francisco Hernández de Córdoba, lo que nos acaeció en la batalla de Cotoche y en la de Champotón, y ahora en este  viaje con los mismos de Champotón, y supo que siendo nosotros pocos soldados y los de aquel pueblo y otros muchos confederados  que se  juntaron  con  ellos,  les  desbaratamos; y cómo entramos en el río de Tabasco, y lo que en él pasamos con los caciques de aquel pueblo, y, en fin, entendió que nuestra demanda era buscar oro, a  trueque del rescate que traíamos, y todo se lo habían llevado pintado en unos paños que hacen de henequén, que es como de lino. Y como supo que íbamos costa a costa hacia sus provincias, mandó a sus gobernadores que si por allí aportásemos con los navíos, que procurasen de trocar oro a nuestras cuentas, especial a las verdes, que parecían algo a sus chalchuuis, que las tienen en mucho como esmeraldas, y también lo mandó para saber e inquirir más por entero de nuestras personas y qué era nuestro intento. Y lo más cierto era, según entendimos, que les habían dicho sus antepasados que habían de venir gentes de hacia donde sale el sol, con barbas, que los habían de señorear.1 [los subrayados se han añadido aquí].

    También se lee en los “Anales de Tlatelolco”:

En el año 13 Tochtli [1518] fueron vistos los españoles en la costa […]2 

    El tercero consistió en una nueva expedición al mando de Hernán Cortés, que dejó las costas de Cuba el 18 de febrero de 1.519, compuesta de 11 navíos y 530 hombres, que después de diversas vicisitudes en el norte de Yucatán, Campeche y Tabasco, desembarcó el día 23 de abril de 1.519 en los arenales de Chalchicueyecan, lugar previamente bautizado por Grijalva como San Juan de Ulúa. Esta incursión fue el origen de la conquista de Mexico-Tenochtitlan el 21 de agosto de 1.521 y el final de una nación que había alcanzado un notable grado de civilización.

 

    Motecuhzoma, informado del desembarco de los españoles, envió mensajeros a los mismos para que investigasen qué intenciones traían, parece que tomándolos en un principio por dioses o sus enviados. Dice Fray Toribio de Benavente: 

Mucho notaron estos naturales indios, entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los españoles, como cosa muy notable y que al principio les puso muy grande espanto y admiración, [...] A los españoles llamaron tetehuv [teteu], que quiere decir dioses, y los españoles corrompiendo el vocablo decían teules, el cual nombre les duró más de tres años, hasta que dimos a entender a los indios que no había más de un solo Dios, y que a los españoles llamasen cristianos, [...]3  [el subrayado se ha añadido aquí].

    Esta cuestión se ha intentado esclarecer mediante la respuesta a dos preguntas: ¿Por qué dioses? ¿Qué dioses?

    A la primera se ha respondido que en una sociedad, como la mexica y por extensión las mesoamericanas, en que todo giraba alrededor de lo sagrado, era asumible que la llegada de seres “extraños” supusiese la manifestación de alguna divinidad en el mundo real. Pero es que, además, el vocablo nahuatl teotl -traducido normalmente como dios- posee otros significados,  como maravilloso, raro, sorprendente, por lo que tampoco sería aventurado que hubiese sido aplicado en este sentido.

    En caso de haber sido considerados como dioses ¿de cuáles se trataba? Según ciertas fuentes etnohistóricas, aceptadas por muchos estudiosos posteriores, se trataba de enviados de Quetzalcoatl que regresaba del Este para tomar posesión de sus territorios, como en el pasado había pronosticado. Escribe Sahagún cuando Motecuhzoma es informado de esta nueva llegada de los españoles:

Como oyó la nueva Motecuçoma, despachó luego gente para recibimiento de Quetzalcóatl, porque pensó que era él que venía, porque cada día le estaban esperando, y como tenía relación que Quetzalcóatl había ido por la mar hazia oriente y los navíos venían hazia oriente. Por esto pensaron que era él.4

    Ahora bien, en muchas variantes del mito de Quetzalcoatl no se hace mención al regreso del mismo. Cuando hubo de abandonar Tollan partió hacia el Este, pero según los “Anales de Cuauhtitlan” se prendió fuego y se quemó; según “La Leyenda de los Soles” también murió; en la “Historia de los mexicanos por sus pinturas” enferma y muere; Mendieta y Torquemada también recogen que su cuerpo se quemó.

    Del relato que Sahagún hace de los presentes que los embajadores de Motecuhzoma llevaron a Cortés cuando desembarcó -atavíos e insignias de Quetzalcoatl, Tetzcatlipoca y Tlaloc- no puede inferirse que la identificación de los castellanos fuese con el primer dios, salvo que creamos las palabras que le transmitieron sus informantes indígenas.

    Del estudio crítico de las fuentes etnohistóricas, que aquí no puedo exponer en toda su complejidad -además de sobrepasar el ámbito histórico del presente estudio -, se ha deducido por un conjunto de estudiosos que la leyenda del regreso de los enviados de Quetzalcoatl, o más bien la identificación del mismo dios con Cortés, fue una invención de éste último.

    El primer escrito impreso sobre este asunto lo constituye la Segunda Carta de Relación de Cortés al emperador Carlos V, fechada el 30 de octubre de 1.520. En ella relata el conquistador que, una vez aposentados los españoles, le dijo Motecuhzoma:

“Muchos días ha que por nuestras escripturas tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella, sino extranjeros, y venidos a ella de partes muy extrañas; y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza, y después tornó a venir dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían, y queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor, y así se volvió; y siempre hemos tenido que los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como sus vasallos; y según de la parte que vos decís que venís, que es a do sale el sol y las cosas que  decís  de  ese  gran  señor  o  rey  que  acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural, en especial que nos decís que él ha muchos días que tenía noticia de nosotros; y por tanto, vos sed cierto que os obedeceremos y tendremos por señor en lugar de ese gran señor que vos decís, y que en ello no habrá falta ni engaño alguno, y bien podéis en toda la tierra, digo que yo en la que en mi señorío poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será obedecido y hecho; y todo lo que   nosotros tenemos es para lo que vos de ello quisiéredes disponer[…]"5 [el subrayado se ha añadido aquí].

    Y poco más adelante,  continúa:

[...], el dicho Mutezuma hizo llamamiento y congregación de todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas, y juntos, me envió a decir que subiese allí adonde él estaba con ellos, y llegado yo, les habló en esta manera: "Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mí habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos sois obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria cómo nosotros no somos naturales de esta tierra, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cual volvió dende ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir por señor de la tierra; y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese constreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y según la parte de donde él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenía noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquellos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mí me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es vuestro natural señor, y en su lugar tengáis este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me hacíades, los haced y dad a él, porque yo asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; […]6  [el subrayado se ha añadido aquí].

    Aunque en los dos textos transcritos no se menciona a Quetzalcoatl parece lógico pensar que Cortés debió de conocer la leyenda del regreso en sus primeros contactos con los naturales al fondear en la costa de Veracruz. Es presumible que a la vista de los dones hechos por los embajadores de Motecuhzoma preguntase a los enviados qué significado tenían.  Desde luego, del regreso de los “hijos del sol” fue informado por los caciques de Axapochco y Tepeyahualco, miembros de la comitiva de dignatarios, y resentidos con el Huei tlahtoani. 

    Y como Cortés se había rebelado contra el Gobernador de Cuba, auténtico representante del rey de España, para legitimar ante Carlos V sus acciones de conquista en México ideó los discursos de Motecuhzoma en que éste renunciaba a sus derechos en favor de aquél y le hacía entrega de su señorío.  

    El segundo escrito en letra impresa en el que figura la identificación de los recién llegados con Quetzalcoatl es del capellán de Cortés, Francisco López de Gómara, quien en su “Historia de la conquista de México”, publicada en 1.552, después del primer contacto del enviado de Motecuhzoma con Cortés relata lo siguiente:

Tras esta plática hizo Cortés que los españoles saliesen con sus armas en ordenanza al paso y son del pífano y atambor y escaramuzasen, y que los de caballo corriesen, y se tirase la artillería; y todo a fin de que aquel gobernador lo dijese a su rey. Los indios contemplaron mucho el traje, gesto y barbas de los españoles. Maravillábanse de ver comer y correr a los caballos. Temían del resplandor de las espadas. Caíanse en el suelo del golpe y estruendo que hacía la artillería, y pensaban que se hundía el cielo a truenos y rayos; y de las naos decían que venía el dios Quezalcouatl con sus templos a cuestas; que era dios del aire, que se había ido, y le esperaban.7 [el subrayado se ha añadido].

    Y posteriormente Sahagún, relatando lo que sus informantes le dicen, pone en boca del tlahtoani las siguientes palabras dirigidas a sus enviados ante los españoles:

A los sobredichos habló Motecuçoma y los dixo: “Mirad que me han dicho que ha llegado nuestro señor Quetzalcóatl. Id y recebilde, y oíd lo que os dixere con mucha diligencia. Mirad que no se os olvide nada de lo que os dixere. Veis aquí estas joyas que le presentéis de mi parte, que son todos los atavíos sacerdotales que a él le convienen”.8

    Lo recogido por Sahagún de sus informantes indígenas es posterior a lo dicho por Gómara, y éstos pertenecían a la nobleza y a la casta sacerdotal, resentidos con Motecuhzoma por su sujeción y la reforma religiosa, por lo que le culparon de todos los males que habían acaecido al pueblo mexica, incluído el abandono de sus dioses y el regreso de Quetzalcoatl para derrotar al estado y cambiar el orden de las cosas. Con ello la llamada “visión de los vencidos” vino a amparar la invención de Cortés sobre la identificación de los recién llegados con el dios.

    Por último,  podríamos citar en apoyo de esta tesis lo reflejado en un escrito por Fray Bartolomé de las Casas, aún reconociendo el sesgo de sus opiniones a favor de los indios y en contra de los conquistadores:

[…] en cierta ocasión, encontrándonos aquel opresor de hombres [se refiere a Cortés] y  yo en la propia ciudad de México hablando en una con versación familiar (pues hubo un tiempo en que éramos amigos), recayó nuestra charla sobre su invasión y tiránica entrada en aquellos reinos; él afirmaba que el rey Moctezuma le había cedido a él todo el reino en nombre del rey de las Españas; yo le contradecía y le aseguraba que lo había hecho por miedo y terror de nuestros caballos y armas de fuego, si es que lo había hecho, lo que de ninguna manera creo; y al preguntarle uno de los que con nosotros allí estaba: “¿No te envió el rey Moctezuma mensajeros con dones, rogándote que salieras tú y tus compañeros de su reino?", respondió riendo a carcajadas : “Así fue en verdad, más de treinta veces”. He aquí como por sus propias palabras públicamente le convencí de mentiroso.9 


1. Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Ed. Pedro Robredo. México 1939. Tomo I. Cap. XIII. pp. 83-84.

2. Anales de Tlatelolco. CONACULTA. Colección Cien de México. 1ª ed. p. 99.

3. Fray Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de la Nueva España. Editorial Dastin, S.L. Madrid 2001. Tomo II. Libro XII. Cap. Tercero. p. 1071.

4. Fray Bernardino de Sahagún: Ob. cit. Tomo II. Libro XII. Cap. Tercero. p. 1071.

5. Hernán Cortés: Cartas de Relación. Editorial Porrúa. Colección "Sepan Cuantos..." 23ª edición. México 2010. p. 64.

6. Hernán Cortés: Ob. cit. pp. 73-74.

7. Francisco López de Gómara: Historia de la Conquista de México. Biblioteca Ayacucho. Caracas. 1.979. pp. 46-47.

8. Fray Bernardino de Sahagún: Ob. cit. Tomo II. Libro dozeno. Cap. IV. p. 1071.

9. Los Tesoros del Perú. Traducción de Angel Losada García. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Institutos “Gonzalo F. de Oviedo” y “Francisco de Vitoria”. Madrid. 1958. p. 309.

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